viernes, junio 18, 2010

Saramago, nunca debiste irte


Desués de mi aventura sola por el camino de Santiago, quería hacerle un regalo al padre de una de las personas más especiales que conocí en su recorrido, Sabela, por la maravillosa y mágica acogida que tuve en su casa de la aldea.
Al poco volví a Lanzarote y se me ocurrió que a Luciano, que así se llama el padre de mi querida Sabela, le gustaría tener en casa un libro firmado y dedicado de José Saramago, pues Luciano es un hombre culto y admirador del escritor. Con esta idea llamé a Pilar del Río, entrañable amiga, y me invitó a su casa. Ya conocía a Saramago de haber coincidido con él en otras ocasiones, pero esa fue la primera vez que estaba sentada en la mesa de la cocina de su casa hablando de lo humano y de lo divino. Ahí pude comprobar, una vez más en mi vida, la poderosa atracción que tiene la mente inteligente, la fascinación que produce la coherencia entre el hombre y sus ideales y la seguridad que transmite la humildad del genio.
En ese momento entendí aún más cómo una mujer tan fascinante como Pilar se enamoró de José. ¿Cómo no enamorarse de un hombre que apuesta por la filosía, por la reflexión, por el pensamiento inteligente? toda mujer llena de contenido y que ha hecho una apuesta fuerte por la vida lo tendría muy en cuenta.
Pero ahora...¡qué difícil es hablar desde la perspectiva de la muerte! un tema que siempre he evitado. Hoy recibí la triste noticia de la muerte de José Saramago. Él mismo decía que la muerte era, sencillamente, no haber estado.
Intuía que no le quedaba mucho tiempo, pues fui testigo de su delicada salud cuando estuve en marzo en Lanzarote trabajando mano a mano con Pilar, pero aún así, actualizaba su blog a diario. Escribía en él y respondía a sus lectores.
Justo hace dos días recibí, como siempre, un cariñoso correo de Pilar, en el que me preguntaba cómo me iba la vida, pues fue testigo de mi lucha contra viento y marea. Y me dije...desde que tenga tiempo respondo, pensando hacerlo a las pocas horas, pero el trabajo me absorbió. El contenido de su correo, el precioso texto y las fotos del reportaje que hicimos la magnífica Ángela Martín-Retortillo, Pilar y yo.
Ángela y yo fuimos testigos de la enorme fuerza que posee Pilar, del amor tan fuerte que sentía hacia su marido y de la plena dedicación hacia él hasta el último momento. Recuerdo que me dijo que estaba viviendo uno de los momentos más difíciles de su vida, junto con el día que le otorgaron a José el premio Nóbel. Y yo, una vez más, en la cocina de su casa, testigo de su entereza, viéndola trabajar a destajo a pesar de la enorme tristeza que sentía.
Darío Fo, repitiendo palabras de Ruzzante dijo que "lo que te da la medida de cómo has vivido es lo que le va a faltar al mundo cuando tú ya no estés" y ojalá alguien, cuando yo no esté diga de mi lo que este premio nóbel dijo de su compañero José Saramago: " Hoy, que José no está, me falta todo, me han arrancado un trozo de mi vida, un amigo que nunca se ha rendido, que siempre se ha mantenido íntegro y de pie en medio de la batalla".
Saramago, nunca debiste irte. A muchos nos dejaste huérfanos de sabiduría.