sábado, agosto 24, 2013

Imagina que la vida te da una segunda oportunidad...


Desde que nací paso mis vacaciones del mes de agosto en mi isla, Lanzarote, concretamente en Puerto del Carmen, una zona turística donde he vivido hasta que me marché a estudiar, y donde aún viven mis padres. Al lado de la playa, aislados de todo el mundo, a nuestra bola, como siempre nos ha gustado estar.

Concretamente pasamos nuestros días en el Hotel Los Fariones. Tiene una cala tan maravillosa... no se pueden ni imaginar los momentos tan felices que he vivido en esa playa, y son momentos que se remontan al día en el que nací, y llegan hasta el día de hoy. 

Todos los veranos vienen al hotel, familiares que viven en otras islas, y muchos amigos. Hacemos pandillas enormes en la playa, cenamos fuera, nos vemos en las terrazas, nos contamos nuestras vidas o simplemente, lo pasamos increíblemente bien. 

Este año esperaba a uno de mis amigos de veraneo, casado y con dos niños, (cuyo nombre voy a omitir para evitar morbo y por respeto a su persona). Ya habían venido alguno de sus primos, y les pregunté por él varias veces. Es de esas persona que cada vez que te ven te saludan como si no te hubiera visto en años, y con una sonrisa preciosa. 

Al cabo de unos días, mientras estaba en el hotel bañándome, una de las chicas que veranea con nosotros me preguntó con cara desencajada, "Manu, ¿te enteraste de lo que le pasó a nuestro amigo?", en ese momento me recorrió un escalofrío por la espalda, y con un "No..." esperando lo peor, escuché una fatídica noticia, aún peor de lo que me esperaba: "jugando con su hijo menor y con su mujer en la playa a coger olas en la orilla, una ola lo arrastró y lo estampó contra la arena. Su cuerpo hizo palanca, se ropió el cuello y se ha quedado tetrapléjico".

No puede más que emitir gritos de horror ante esta tragedia. ¡No me lo podía creer! ¿Cómo puede ser la vida tan cruel de señalarlo justo a él, lleno de vida, de alegría, y de ilusiones...? Mi querido amigo ya no podría hacer ¡NADA!, ni pasear, ni tomarse un helado, ni coger de la mano a su mujer... ¡sólo pensarlo me invadía una sensación de tristeza tan enorme...!. 

Al poco, un amigo me mandó un whatsapp y me preguntó: "Manu, ¿puedes hablar?", le dije que sí, y me llamó. Empezó a contarme todas sus penas, que si vio a la chica que le gustaba y no le hizo caso, que si estaba reventado del cansancio de tanto trabajar, que menuda porquería todo... Yo lo escuchaba hasta que estallé, y le dije: Mira, estoy hecha mierda por lo que le ha pasado a un buen amigo mío. Está postrado en cama para siempre por un accidente estúpido en la orilla del mar. No puede hacer absolutamente nada, ni siquiera respirar por sí mismo. Sólo te digo una cosa. Imagina que te pasa lo mismo, que te quedas tetrapléjico por un golpe de mar, y que tu sino es quedarte postrado en la cama para siempre. Pero resulta, que la vida decide darte una segunda oportunidad, y te devuelve a tu cuerpo, sano y salvo, lleno de vida y de energía con un mundo y una vida por delante preparados para que te los comas a cachos. ¡Así que déjate de estupideces de una vez, levántate, vístete, y vete a la calle a pasártelo de puta madre!. A lo que él me respondió, ¡Dios, Manu! tienes razón. Te quiero tía, ¡me largo!.

Pues ahora sólo les pido una cosa a ustedes: Imagínense que la vida les da esa segunda oportunidad.