La mayoría de los padres quieren para sus hijos una vida que les lleve a esa meta que ellos no consiguieron o, en caso de que la hubiesen conseguido, que sus retoños le emulasen en el camino andado por ellos.
A muchos padres les cuesta entender que sus hijos no les pertenecen, que son seres libres e independientes y que, llegado un momento, tienen que volar. Muchos padres cometen el error de super proteger a sus hijos.
Yo he sido uno de esos hijos superprotegidos. Siempre he dado la imagen de mujer independiente, fuerte, hecha a sí misma pero en el fondo soy una mujer que acaba de despertar de un sueño de eterna adolescencia, o como dirían los sicólogos de un síndrome de peter pan, dándose cuenta que en la vida hay que currar, y mucho, si uno quiere conseguir lo que quiere.
El despertar de este sueño es muy doloroso por varias razones.
En primer lugar, madurar duele.
En segundo lugar, despertar de este sueño, donde lo único que uno quiere es vivir en una eterna adolescencia, es una bofetada de realidad que te azota la cara y te recuerda que has perdido un tiempo precioso.
Aún así, puedo darme con un canto en los dientes porque esta sociedad está llena de Síndromes de Peter Pan que no tienen intención alguna de despertar de su sueño adolescente.
Si estamos dispuestos a luchar por nuestras vidas tenemos que despertar de este sueño placentero pero peligroso que se llama inmadurez.
Y, por otro lado, lanzo una pregunta a los de mi generación: ¿Seremos nosotros capaces de no super proteger a nuestros hijos como hicieron nuestros padres? ¿O caeremos en el mismo error? Yo estoy segura que muchos repetiremos por sistema el comportamiento de nuestros padres.
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